viernes, 30 de abril de 2010

Familia ItaloEspañola, capítulo I

Era extraño, era la única planta de la de la finca (eso parecía visto desde las ventanas) en la que todas las ventanas eran negras.

Yo no tenía amiguitos ni amiguitas, no iba al colegio, toda la educación que recibía me la proporcionaban distintos profesores que impartían todo tipo de asignaturas: matemáticas, física, química, biología, artes plásticas, lengua y literatura española e italiana, cocina, costura, esgrima, tiro… un sinfín de actividades que me tenían ocupada desde las 7:30 de la mañana hasta las 20:30 de la tarde (con mis tiempos para desayunar, almorzar, comer y merendar), hora a la que me duchaba y a 21:00 estaba cenando con mi amado padre..

No sabía a qué se dedicaba mi padre pero sí sé que salía muy poco de casa y que cuando lo hacía siempre iban con él dos hombres a los que le cogí mucho cariño: Mauro y Braulio. Siempre iban con él, a toodas partes. Incluso sus habitaciones estaban pegadas a las nuestras. La mía estaba justo enfrente de la de papá; a su derecha, la de Mauro y a su izquierda, la de Braulio. Conmigo también venían siempre dos chicos, pero eran más jóvenes y más fuertes (yo les llamaba “Tetes”), jugaban conmigo y presenciaban cada una de mis clases, estaban en la puerta del cuarto de baño mientras la nany me bañaba, eran muy simpáticos. Se llamaban Carlo y Giovanni y eran sobrinos de papá.

Papá tuvo una hermana que murió matando (eso decía papá) después me enteré de que el marido la maltrataba desde que se casaron y de que papá al enterarse los quiso separar pero ella estaba embarazada y no quería separarse así que, muy raro mi padre, le regaló una pistola que sólo ella sabía dónde estaba guardada (por lo que me contaron, supongo que en la habitación). Resulta que en una de esas broncas en las que el marido volvió borracho a casa (los gemelos ya tendrían unos 5 ó 6 añitos) empezó una pelea en la habitación, él la dejó agonizando en el suelo con un brazo bajo la cama y mientras agonizaba alcanzó la pistola y acertó un disparo en pleno corazón de su marido que murió en el acto; así que los dos fallecieron en aquella habitación en la que 5 ó 6 años antes habían dado vida a dos seres preciosos que en ese momento quedaban huérfanos.

Mucho antes papá le había prometido a su hermana que si algún día a ella le pasaba algo él no iba a permitir que Carlo y Giovanni se quedasen con su padre o con la familia de éste, así que al enterarse se trajo de Italia a los dos gemelos y a la abuela de las criaturas, es decir, a su madre Alessandra, todo lo que le quedaba de su familia. Entonces todavía vivía mamá, yo no había nacido y vivían en una ciudad en pleno apogeo.

Mi padre era el gran poseedor de la gran mayoría de los bares y restaurantes de la ciudad y poco a poco se hizo dueño y señor de los negocios más prestigiosos, ya fuesen panaderías, zapaterías o una tienda de telas. Papá quería dominarlo todo. Y lo que no era suyo parecía ir a pique en poco tiempo. Pronto toda la ciudad seguía sus órdenes y trabajaba por y para él.

Se cansó pronto, le sabía a poco, quería poseer más. Carlo y Giovanni fueron creciendo, aprendiendo el idioma del nuevo país y perfeccionando el suyo (papá quería que mantuviesen sus orígenes), aprendiendo historia y ciencias, artes, a defenderse… todo. Montaban a caballo, sabían conducir con tan solo 15 años. Pero como iba diciendo, papá se cansó y quería retos mayores, así que, sin dejar sus negocios se trasladó a la capital de la comarca. Allí conoció a Braulio (Mauro vino con él desde Italia) y lo hizo uno de sus hombres de confianza. Lo primero que hizo al llegar fue interesarse por la gente importante, de los cuales a algunos ya conocía, evidentemente, por su importancia en los negocios…
Antes de lo esperado se abrió camino en el mundo de la hostelería y poco a poco fue entrando en asuntos más turbios. Podéis pensar lo peor… En esa época mamá se quedó embarazada y papá empezaba a tener amigos poderosos, así que enclaustró a la abuela, a los gemelos ya mamá en casa y los tenía las veinticuatro horas del día completamente vigilados y bajo la protección de los mejores hombres que el dinero y su confianza podían comprar.

Cuando llegó la hora de dar a luz, papá hizo que muchos hombres rodearan a mamá para salir del edificio e hizo “limpiar” las calles y edificios de alrededor, pero no sirvió para nada. La bala de un francotirador atravesó el corazón de mi madre dejándola caer en los brazos de mi padre que iba tras ella ayudándola a bajar las escaleras. Papá sabía que ella iba a morir, si no estaba muerta ya. Él lloraba sobre ella suplicando a Dios que no se muriese y que la mantuviese con vida por y para mí, y lo único que le oyó decir a mi madre (que sabía que su vida se iba con aquel disparo) fue: “Alba, si es niña, Alba”, y cerró los ojos. Papá ordenó “peinar” todo el vecindario, que Mauro lo llevara a los dos al hospital y que Braulio se quedase en casa dirigiendo el “cotarro” y protegiendo a la abuela y a los gemelos.

Cuando llegaron al hospital, el Dr. García les estaba esperando (médico de la familia que igual te ponía un hueso en su sitio que te cosía una herida que te curaba un simple resfriado) y mamá, sin saber cómo, tenía pulso. Luchaba por nuestras vidas, el doc no lo creía, tenía un agujero hecho por una bala de gran calibre en pleno corazón, perdía muchísima sangre, estaba totalmente inconsciente, pero seguía viva. Papá preguntó mientras se la llevaban si saldríamos con vida y el doc le dijo que no tuviese esperanzas ya que la herida era muy grave y a mí me podía haber perjudicado gravemente.

A mamá le tuvieron que hacer dos operaciones a la vez, intentar arreglar ese corazón herido de muerte por una parte; y una cesárea por la otra. Perdía mucha sangre y no había forma de controlar la hemorragia. Es más que evidente que yo salí con vida de aquella fría habitación, no salí en muy buenas condiciones pero salí, pero mamá… ella se quedó en la sala de partos. Cuando el doc consiguió hacerme respirar con normalidad y vio que estaba bien me cogió en brazos y salió a darle las noticias a papá. Papá era un hombre muy intuitivo y conocía muy bien a “su” gente así que, al verlo caminar conmigo por el pasillo supo lo que había pasado y sólo preguntó si era niño o niña y si estaba bien, el doc le dijo que estaba perfectamente y que era una niña preciosa. Papá alargó los brazos, me cogió y me dijo al oído “Bienvenida al mundo Alba. Como tu madre dijo, Alba” y sin despedirse del doc dio media vuelta y salió hacia la sala de espera de urgencias.

En la puerta de la sala de espera de urgencias estaba Mauro esperando, llevaba ahí más de siete horas, “Capo, ¿bene?” dijo Mauro a lo que papá preguntó: “¿Qué?” Había exigido tras su llegada a España que todo el mundo le hablase en español, únicamente hablaba en italiano con su madre, y ya, apenas hablaban. “Jefe, ¿todo bien?” volvió a preguntar Mauro, a lo que papá, bajando la mirada hacia sus brazos dijo:”Mauro, te presento a Alba, la nueva y única mujer de la casa”. La abuela en casa no tenía ni voz ni voto, era como un mueble al que había que alimentar, no hablaba, apenas salía de su habitación… todo desde la muerte de Bianca (la hermana de papá y madre de los gemelos Carlo y Giovanni).

Tras mi nacimiento papá empezó a hacer negocios en la capital del país y nos trasladó a un edificio céntrico de la ciudad (al edificio de las ventanas negras), compró la última planta y el ático y lo remodeló todo para convertirlo en una única vivienda.

En el ático: su despacho, mi cuarto de estudios, una biblioteca enorme con todo tipo de libros y un pequeño invernadero; bajo: las diez habitaciones, la cocina, los cuartos de baño, el comedor, el salón, la sala del billar con el “mini” bar (que estaba junto al salón) y el gimnasio donde practiqué esgrima, karate y algún deporte más para saber defenderme. La casa era preciosa, no parecía un piso pero teniendo en cuenta que era un edificio que ocupaba casi media manzana y que habían seis pisos por planta de cuatro habitaciones cada uno… la casa era enorme.
 

Las tropecientas historias de una Abejita © 2008. Chaotic Soul :: Converted by Randomness