jueves, 8 de enero de 2009

Angy y Adam, capítulo I

Aquella noche llovía, era una de las peores tormentas que había visto y debo reconocer que me asusté bastante. Se fue la luz en todo el vecindario y el hecho de vivir sola todavía incrementaba mi temor y, aunque los perros que tenía podían parecer los más feroces de la región eran los más dóciles que había conocido en mi vida.

Cuando los oí ladrar tan repentinamente creí morir y cuando se escucharon los golpes en la puerta casi me da un infarto. ¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Qué hacía en la puerta de mi casa? No me atrevía a acercarme y los perros, por primera vez, ladraban como locos poseídos por un mal mayor. De repente, con el eco de los truenos como banda sonora de lo que creí mi fin, oí la voz de un hombre al otro lado de la puerta:

- Angy, abre. Soy yo.

Debo decir que al principio no supe quién era, tenía la voz ronca que debía ser por el resfriado que arrastraba desde hacía varias semanas. Estaba aterrorizada.

- Aaaangyyyy…

Arrastraba cada vocal. Con esa voz era imposible no tener miedo, me recordaba a Jack Nicholson en “El Resplandor” cuando rompe con un hacha una de las puertas del hotel Overlook, y me metí en la cama tapada hasta la cabeza como si así tuviese un escudo protector invisible.

- Angy, ¿estás bien? Soy yo, Adam.

Salté de la cama y fui corriendo a la puerta. A mis espaldas estaban Thor y Raig, mi Pitbull y mi
Rottweiler, ladrando con insistencia. Miré por la mirilla y vi a Adam empapado delante de la puerta con su gorrito de lana y el pelo, chorreando y aplastado contra su cara. Me giré y les pedí a mis niños que se relajasen para poder abrir (Adam tenía miedo, bueno, él prefiere llamarlo “respeto” a los perros grandes pero con mis niños era diferente porque los conocía desde que les daba biberón cada 3 horas como si se tratasen de bebes).

Abrí la puerta y prácticamente salté a sus brazos. Nos metimos en casa, fui a por toallas y le metí más leña a la chimenea (menos mal que la finca tenía chimenea, aunque únicamente fuese en los dos últimos pisos), Adam me dijo que llevaba llamando a casa y al móvil más de una hora pero que el teléfono de casa no daba señal y el móvil, como casi siempre, estaba apagado o fuera de cobertura en ese momento así que, no se le había ocurrido otra cosa que coger un paraguas (de esos desplegables que caben en un bolsillo) y venir a ver cómo estaba, pero el viento le había arrancado, literalmente, el paraguas de las manos y al caer estrepitosamente al suelo se había hecho añicos así que, aquí estaba, empapado y helado en la puerta de mi casa.

Yo no sabía qué hacer, si llorar o reír de alegría porque no estaba sola en casa y empecé a reírme con lágrimas en los ojos. Me levanté de la alfombra (que tenía frente a la chimenea del salón) y fui al pasillo, con una velita en la mano, para coger algo de ropa seca de Andrew, mi ex, para que el pobre Adam se pusiese algo seco y no cogiese una pulmonía. Cuando volví al salón estaba Adam sentado en la alfombra con las piernas cruzadas como los indios y con la cabeza de Thor, el Pitbull, apoyada en una de sus piernas y Raig acostado a su izquierda.

2 comentarios:

  1. Me encanta esta pareja y me gustaría que hicieses más capítulos!!!!Gracias.

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  2. Hola me llamo blanca has mas capitulos porfis!!!

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