domingo, 4 de enero de 2009

Lluvia Incipiente, capítulo I


De repente se hizo la obscuridad. Aunque la esperaba, le sorprendió. Todo quedó en silencio, aunque se oyese el agua golpeando los cristales y los lejanos truenos rayando la noche, todo estaba en silencio. Su cachorrito saltó a sus brazos aterrado por los extraños estruendos que interrumpieron su plácido sueño, y ella tuvo que buscar el encendedor por todo el escritorio (ya que estaba sentada frente a él cuando se hizo la obscuridad en su habitación). Seguramente “Beauty” (como quería que la llamasen), su compañera de piso, seguiría durmiendo a pierna suelta en su cama de 2x2 sin darse cuenta de que Handy, su gata, dormía sobre su espalda igual de tranquila que su dueña. Cuando encontró el encendedor y se disponía a encender una vela volvió la luz, de todas formas prendió el candil por si volvía a ocurrir. La alegría duró poco ya que el apagón había malogrado los fusibles y un nuevo apagón los acabó de empeorar. Decidió, puesto que ya no podía seguir trabajando, meterse en la cama y hacerle un hueco a la bolita de pelo que tenía entre los brazos. Desde ese momento Wences durmió a su lado cada noche, incluso cuando ya fue más alto que ella [Cuando escribo que su perro era más alto que ella es porque realmente lo era, su lindo cachorrito era un Irish Wolfhound y hacía unos 90 cm hasta su cruz así que, si añadimos el cuello y su cabeza, era más de un metro de perrito cuando creció y no le gustó demasiado cuando tuvo que compartir cama y dueña con un Scottish Terrier cuando Anxela decidió adoptarlo (pero a todo debe acostumbrarse uno)].
Aquella noche de Octubre Anxela escribía la que sería una de sus mejores obras, “Lluvia Incipiente”, y estaba aterrada en la cama oyendo como rayos, truenos y lluvia constituían la nueva banda sonora de su “nueva vida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 

Las tropecientas historias de una Abejita © 2008. Chaotic Soul :: Converted by Randomness