domingo, 4 de enero de 2009

Una bañera con agua caliente y gospel de fondo, capítulo I

Lloraba. Había estado así toda la noche. No había conseguido pegar ojo. Eran las siete y media de la mañana y todavía no había dormido. Después del día que había tenido, se alegraba de que ya fuese otro día. Quiso creer que todo había sido una horrible pesadilla y que cuando se levantase todo seguiría igual que dos días antes pero no, no era un sueño. Se levantó de la cama, corrió las cortinas y dejó que la luz pura de la mañana iluminase su habitación. Se sacudió el camisón y se recogió el pelo, dio media vuelta y se miró en el espejo. No se oía nada, todo estaba quieto, en silencio y, eso le agradaba. Cruzó la habitación y entró en el cuarto de baño que comunicaba con ésta. Se volvió a mirar en el espejo y decidió que ese sería un buen día, se lavó la cara y se dispuso a meterse en la bañera tranquilamente. Mientras la llenaba de agua caliente metió sales de baño, gel espumoso y, encendió una barrita de incienso de cannabis ya que esa barrita la tranquilizaba hasta el punto de dormirse; por eso, cuando se metió en la bañera a las ocho de la mañana, con todas las luces del baño apagadas y sin un rayo de luz solar en esa habitación, puso el despertador para no quedarse dormida con el agua fría. Encendió el equipo de música y puso el CD de goospel que tanto le gustaba. Por fin, metida en la bañera, se durmió plácidamente olvidándose durante tres cuartos de hora, de todo lo que ella creía que era una pesadilla.
El incienso y la música hicieron su efecto, se quedó dormida tranquilamente en la bañera, no sabía lo que le esperaba cuando se despertase. Justo a las nueve menos cuarto sonó el despertador y ella salió de su estado de somnolencia; el agua empezaba a enfriarse así que se levantó, quitó el tapón de la bañera y abrió el grifo para quitarse el jabón del cuerpo. Cuando terminó salió de la bañera, se enrolló con el albornoz y se hizo un moño con una toalla. Cuando se disponía a secarse el pelo sonó el timbre. Dio un pequeño salto, no se lo esperaba. Volvió a hacerse el moño, salió de la habitación, siguió por el pasillo y bajó las escaleras, que daban directamente a la entrada principal. Se quedó parada cuando estaba en mitad de la escalera, a través de la ventana de la puerta veía a dos personas. Vestían de azul oscuro y parecían impacientes. Respiró hondo, bajó los pocos peldaños que le faltaban, inspiró mientras estaba ya en el rellano y cogía fuerte el pomo de la puerta. Se imaginaba quién podía ser por la vestimenta pero estaba asombrada, creía que era imposible.
Se armó de valor y abrió la puerta pero dejó la mosquitera cerrada.
- ¿Señorita Alyssa Núñez? –preguntó el hombre de uniforme.
- Sí, soy yo.
- ¿No me recuerda? Anoche la traje a casa.
- Lo siento pero no sé de qué me habla. –Había hecho tan gran esfuerzo para creer que aquello era una pesadilla que había conseguido dejarlo todo en el olvido y verlo todo muy borroso.
Entonces fue el otro agente l que habló, era mayor, su pelo canoso y la pequeña barba grisácea hicieron pensar a la joven que aquel hombre rondaba los 55, tenía la expresión tranquila:
- Señorita, lo siento pero debe vestirse y acompañarnos a comisaría.
Alyssa abrió la puerta mosquitera y les dijo que pasasen y se sentasen que ella bajaba lo más rápido posible.
Se apretó el albornoz y subió corriendo las escaleras. La alfombra que normalmente cubría los peldaños en invierno ahora estaba en la tintorería y sus pies descalzos notaban el frío de la misma. Entró en su habitación y se deshizo de la toalla y el albornoz, que cayeron al suelo, fue al baño y cogió la loción corporal de coco que tanto le gustaba y aplicó un poco por su cuerpo, masajeó y se acercó al armario, abrió el segundo cajón y sacó un conjuntito blanco muy original, tenía bordado un corazón rojo en el sujetador y otro en el tanga. Se miró en el espejo, le encantaba ese conjunto. No sabía qué ponerse para ir a una comisaría, no recordaba haber entrado nunca a ninguna; así que decidió coger una camiseta de algodón blanca, de manga corta y cuello de pico y, un pantalón blanco, ancho y de cintura baja. Los zapatos los tenía claros, las bailarinas blancas, y, un pañuelo blanco para que su larga melena no le molestase en la cara.
Tenía el pelo muy moreno, de lo negro que era parecía azul, y largo, muy largo y escalonado, la capa más larga cubría su trasero, redondo y bien formado (al igual que el resto de su cuerpo) a causa de las clases de baile que recibía desde muy pequeña.
Era muy coqueta así que no podía salir de la habitación sin volver a mirarse en el espejo. Perfecta, pensó. Cogió su mochilita (azul celeste), en su interior estaban: el móvil, las llaves, un pintalabios, un espejo pequeñito, la cartera con dinero y el DNI y, su libro favorito, La tía Tula, por si tenía que esperar. Y salió de la habitación, bajo tranquilamente las escaleras y llegó al salón donde la esperaban los dos agentes de policía uniformados. Cogió las llaves y todos salieron de la casa metiéndose en el coche. Cruzaron todo el bosque para llegar a la carretera que los conduciría al pueblo. Una vez en el pueblo ella se tumbó en el asiento trasero del auto porque no quería que nadie pudiera verla y sacase falsas conclusiones. Al llegar al garaje de la comisaría Aitor (el policía más joven) le abrió la puerta y le tendió una mano para que ella saliese.

- Vamos, tenemos mucho trabajo. Llevalá a interrogatorios, el jefe quiere hablar con ella.

Aitor le dijo que no pasaba nada, que estuviese tranquila y que cuando acabase él mismo la llevaría de vuelta a su casa. Ella no dijo nada, no sabía qué decir ni qué pasaba así que se dejó llevar. Subieron por las escaleras y recorrieron la oficina hasta llegar a la escalera central, donde la esperaba el comisario Martinez para hablar con ella.

- Bueno agente Guerrero, ya me ocupo yo, luego les llamaré para que acompañen a la señorita hasta su casa. Ande a trabajar.
Él la miró, le guiñó un ojo y dio media vuelta alejándose un poco de ella.

- Buenos días señorita, soy el comisario Martinez, ¿sabe por qué está usted hoy aquí?
- No señor, no me han dicho nada, sólo que usted me esperaba y que quería hablar conmigo, ¿ha pasado algo?
El comisario no lo podía creer, esa chica estaba ahí, tan tranquila, y no parecía recordar nada de lo ocurrido la noche anterior.

1 comentario:

  1. mecaguendei xiqueta, ja mas deixat en la intriga, tu creus que açò ho pots fer??? ja estas acabant-la...jejejejej
    que sempre em deixes en asqües..jejeje
    ànim que eres una magnífica escriptora.
    besets

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