domingo, 4 de enero de 2009

Ainara, capítulo I


Era ya de noche, la luna reinaba esplendorosa en ese mar negro que era el cielo a las dos de la madrugada. Brillaba en lo alto de un claro del bosque, un claro al que jamás había llegado hombre alguno. Sólo las flores de lavanda y margarita se bañaban en los rayos resplandecientes de esa luna llena que reinaba en la oscuridad de la noche. Ainara había salido de su habitación al escuchar un extraño ruido en el granero y ahora recorría el patio central de su casa para llegar a la puerta de salida a la calle. En verano el patio central de la casa se abría dejando toda la planta baja comunicada por el centro y no por los largos pasillos que normalmente dividían la parte de abajo. Ahora podía recorrer el patio y llegar a la puerta de entrada tranquilamente, sin ningún obstáculo a su paso a excepción de la gran encina central y las plantitas del jardín. Cuando llegó a la puerta ésta estaba abierta, sólo una rendija pero estaba abierta y recordaba como su padre la había cerrado poco antes de que ella se fuese a dormir así que alguien la había abierto mientras todos dormían. Salió sin miedo ya que la luz de la luna lo iluminaba todo. Volvió a escuchar un ruido en el granero y muy despacio caminó hacia la puerta muy pegada a la pared. Miró primero por la ventana para saber a qué extraño ser se podía enfrentar y lo vio allí, tumbado en la paja y con una herida en la pata delantera. Era blanco, el pelo que cubría el crin y la cola eran plata, era el ser más bonito que había visto en toda su vida. Pensó que quizá tendría sed y hambre así que se acercó a la fuente que papá había mandado construir en la puerta del establo y llenó una vasija con agua y caminando poco a poco para que no se le desparramase la llevó al granero. Cuando el animal la vio entrar emitió un sonido fuerte, agudo, pero no era estridente, no molestaba a los oídos, parecía una dulce melodía pero de todas formas intentó calmar a la criatura para que no despertase a su padre. Poco a poco se acercó al animal que se había callado en cuanto ella dejó la vasija en el suelo a su lado y le acarició la cabeza despacio. Al acariciar su cabeza Ainara se dio cuenta de que un pequeño bulto sobresalía de su frente, era una cría, un potro, pero no era un caballo, era un unicornio blanco precioso. No se fijó en el lomo del animal porque se había centrado en una mancha púrpura que tenía en la patita delantera. Acercó su mano muy despacio a la herida con un trozo de tela de su camisón empapado en el agua de la vasija y muy poco a poco y con sumo cuidado limpió la herida del pobre unicornio. Cuando ésta dejó de sangrar subió a la parte de arriba del granero donde su padre guardaba el heno y cogió un poco pero cuando bajó para dárselo el animalito ya no estaba. No sabía cómo había salido del granero con una pata herida y sin hacer ningún ruido, no tenía ninguna explicación. Con el heno en las manos volvió a casa, cruzó el patio, subió las escaleras y se metió en su habitación cerró la puerta despacito para no despertar a nadie. Abrió la ventana y se quedó sentada mirando la luna.
A la mañana siguiente, cuando Nana entró a despertarla con el desayuno la vio dormida con la cabeza apoyada en el alfeizar de la ventana y con en camisón rasgado por encima de los tobillos:
- Venga pequeña, despierte, no querrá que su papá la vea así.- dijo con la misma voz dulce de siempre.
Ainara abrió los ojos y los rayos del sol la cegaron un momento. Se frotó los ojos y vio la cara de Nana sonriente como cada mañana con sus enormes ojos marrones y su pañuelo morado en la cabeza:
- Buenos días Nana- dijo Ainara saltando a sus brazos como era de costumbre.
- ¡Aay, mi niña! Lávese la cara y cámbiese de ropa si no quiere que su padre la vea de esa guisa, y ahorita mismo me va a explicar por qué falta una parte de su lindo camisón…
La niña no dijo nada, se metió en el cuarto de baño y esperó a Nana para meterse en la BAÑERA para que Nana la asease i estuviese presentable para la visita de unos amigos de su padre.
Nana la lavó, le puso el vestidito que tanto le gustaba a su padre, el que mama le había hecho antes de morir y la peinó. Cuando estaba acabando de peinarla entró su padre

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